Divinas semillas by Javier Comas

Divinas semillas by Javier Comas

autor:Javier Comas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Erótico, Romántico
publicado: 2017-07-06T22:00:00+00:00


Egantheós durmió mal la primera noche sin su amante. Añoraba los ruidos que hacía cuando se revolvía a su lado. Su respiración fuerte, abrazarle para mitigar sus ronquidos, su olor… Se levantó antes de amanecer y decidió que trasladaría sus cosas al aposento que antes compartían las mujeres. Había mucha soledad en el habitáculo de proa. El día se desperezaba lentamente. De nuevo parecía que la niebla no dejaría ver ni la costa, ni los límites del mar. Saludó a Zenón y ambos se quedaron mirando el horizonte incierto. No hubo más palabras hasta que se dio la vuelta y vio a Anaximandro recostado en la vela desgarrada.

–Zenón –preguntó sorprendido– ¿qué hace él aquí?

–Después de la ceremonia, vino a hablar conmigo. Y en mitad de la noche se quedó dormido. No quise despertarlo. Su compañía silenciosa me reconfortó. Hemos perdido tanto en tan pocas horas y es tan incierta la navegación, que la soledad es una compañía dolorosa y una terrible maquinaria de guerra en mi cabeza. ¿Debía haberle despertado?

–No. Está tranquilo. Y eso ya es un gran avance. ¿Has visto algún indicio de tierra? –preguntó Egantheós evidenciado la preocupación de navegar sin cabotaje–. ¿Algún animal muerto, ramas o escombros que indiquen cercanía de la costa?

–Nada por el momento. Solo esta corriente que nos empuja hacia el oeste. Además la profundidad es tan grande en esta parte del océano, que es imposible echar el ancla. Creo que mañana volveremos a estar envueltos por la bruma.

–¿Crees que tendremos tormenta?

–Me temo que sí. Habrá que sujetar bien los remos y todos los aparejos para evitar males mayores, quizá sería necesario el ayuno para librarse de los vómitos.

El silencio de ambos subrayó su angustia. Otra mala noticia podía terminar de hundir la moral de los navegantes después de los hechos que habían vivido.

Buscó a Casandra para notificarle la situación. Decidieron reunir a la tripulación y comunicarles que posiblemente se avecinaban nuevas tormentas. Ayunarían por dos razones: una era evitar el vómito, la segunda racionar el agua y la comida.

Si bien podían pescar, las aguas que surcaban parecían estériles y la fruta fresca, manzanas y naranjas africanas que habían embarcado en el último puerto, empezaban a escasear. Lo mismo ocurría con el agua dulce. La buena noticia era que si la tormenta estallaba, recogerían agua en el velamen destrozado y podrían subsistir más días sin tocar puerto. Se organizaron grupos para coser las velas y utilizarlas como embudos canalizando las aguas de la lluvia hacia los pellejos que ya estaban a la mitad de su contenido. Las ánforas eran demasiado frágiles para contener el tesoro más preciado en alta mar. Pasaron la mañana en esas tareas. El trabajo ideado por Hiram y Casandra dio doble fruto, el trirreme quedó organizado para aguantar las posibles tempestades y recoger agua, y la actividad manual desplazó los pensamientos de duelo de la tripulación.

Egantheós al mando, apoyado por su mujer y sus nuevos hijos, disipó miedos e incertidumbres. Su primer día como capitán salió mejor de lo esperado. Antes de anochecer empezó a llover.



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